La escuela, espacio socializador fundamental, no sólo no contribuye siempre a la igualdad de oportunidades, sino que reproduce, por el contrario, las desigualdades entre los grupos sociales.
El sexismo hace referencia a aquellas actitudes que favorecen y perpetúan la desigualdad y la jerarquización en el trato que reciben las personas y que se hace sobre la base de la diferenciación sexual. Hace referencia a una forma de discriminación que utiliza al sexo como criterio de atribución de capacidades, valoraciones y significados creados en la vida social. El sexismo es una construcción multidimensional conformada por prácticas, simbolismos, estereotipos, lenguaje, relaciones de poder entre las personas, en donde se establece el dominio de “lo masculino” y el menosprecio de “lo femenino”. Los supuestos de la educación no sexista permiten problematizar las significaciones de género que circulan en las relaciones pedagógicas, los diseños curriculares, los modos de organización y funcionamiento institucionales, las formas de relacionamiento con las familias y la comunidad.
Contribuir a la generación de espacios que promuevan una cultura democrática e inclusiva nos interpela como docentes para visibilizar las prácticas discriminatorias clasistas, sexistas y racistas que aún perduran en nuestras instituciones, reflexionar sobre ellas y proponer alternativas a esas lógicas hegemónicas.
Imaginar, diseñar, poner en acción una educación no sexista es una oportunidad histórica para que la libertad se represente en nuestros cuerpos. Nada más personal que el cuerpo y nada más político.
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