Paulo Freire ejerció como abogado, pero al poco tiempo comprendió que ese no era su lugar en el mundo. Se fue acercando a la educación y, en particular,  se sintió conmovido por la situación de los oprimidos, los excluídos del sistema: los jóvenes y adultos analfabetos.

En el año 1964 se crea en Brasil el Programa Nacional de Alfabetización que coordina Freire. Era un plan ambicioso, se alfabetizarían 5 millones de jóvenes y adultos. Implicaba un gran impacto político, ya que en  esa época, en Brasil, solo los alfabetizados podían votar. Pronto el programa sería revocado por la dictadura militar.

En los años de exilio en Chile, Paulo Freire elabora, a partir de su tesis doctoral y tomando en cuenta su experiencia en educación de adultos, el libro “Educación como práctica de la libertad” que se publica en Río de Janeiro en 1967. Luego vendrá su obra cumbre, “Pedagogía del oprimido”, que primero verá la luz en español y en inglés y luego en portugués, debido a que en Brasil estaba expresamente prohibida su publicación. Eso no impidió que en la clandestinidad fueran compartidas sus copias.

No es posible pensar y hacer educación popular sin tener a Paulo Freire como referente. Sin embargo sus ideas trascienden las fronteras de la educación no formal y de los movimientos sociales. Pedagogía del oprimido, su obra más conocida y citada, no habla ni de las escuelas ni de los sistemas educativos. Sin embargo, ha sabido conmover el ámbito formal ya que confronta el vínculo educador- educando. Sostiene que, en una educación bancaria, dicho vínculo se asienta en una relación opresiva en la que el docente, como dueño del saber, deposita acríticamente los conocimientos en el educando.

Lo valioso de su obra radica en que no solo critica sino que también propone. Nos convoca a  otro modo de hacer educación cuya premisa sea el respeto a la dignidad humana. Desde ese supuesto, educadores y educandos son transformados en el diálogo, mediados por el mundo. En el vínculo, el educador es a la vez educando y el educando es, al mismo tiempo, educador. 

La vida y la obra de Paulo Freire se han convertido en un símbolo del compromiso con los excluidos. Nos invita de manera constante a repensar nuestras prácticas como un compromiso que es ético y político. Conecta a todo acto educativo con la utopía, la posibilidad de pensar otros mundos posibles y nos llama a creer en el potencial transformador de la educación.

Texto: Paola Rovello profesora Adjunta del espacio curricular Pedagogía.