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Explicaron en qué consiste el Sistema Argentino de Crédito Académico Universitario y cómo debe aplicarse en la UNCuyo

Fue durante la exposición del secretario Académico del Rectorado, Julio Aguirre, en la última jornada de trabajo docente en la sede centro de la Facultad. En la nota debajo la transcripción literal de toda la exposición.

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Julio Aguirre expuso en la Facultad sobre la implementación del Sistema Argentino de Crédito Académico Universitario.

Transcripción de la presentación de Julio Aguirre en la Facultad de Educación

 

La presentación se divide en tres partes: primero, repasaré brevemente qué es el sistema de créditos académicos, segundo, describiré la normativa que ha sacado la subsecretaría de Políticas Universitarias del Gobierno Nacional sobre el Sistema Argentino de Crédito Académico Universitario (SACAU) y por último explicaré cómo esa normativa ha sido reglamentada en la UNCuyo.

No voy a hacer una explicación extensiva del crédito universitario, de los distintos sistemas de crédito que existen y de los debates que se han generado al respecto. Eso es algo que muchos de Uds. conocen mejor que yo y que, incluso, pueden perfectamente preguntarle a la inteligencia artificial y se los va a decir con más detalles de lo que yo puedo dar. Pero sí vamos a presentar la información relativa al sistema a implementar en Argentina y también, y lo más importante, trataré de responder todas las preguntas. Fundamentalmente esa es la parte que me parece más interesante, pues más allá de la información que yo les pueda dar, es lo que podamos conversar después que creo puede ser muy interesante porque hay muchas dudas respecto al tema de créditos y cómo implementarlo en la Universidad. Porque, por ejemplo, cuando se habla de créditos se habla también de duración de las carreras y allí aparecen interrogantes del tipo: ¿de qué se trata, es que se quieren achicar las carreras? Todo esto pongámoslo sobre la mesa, discutámoslo con mucha claridad, con mucha transparencia, para poder sacarnos todas las dudas respecto a esta temática.

Me voy a detener fundamentalmente en algunas cuestiones conceptuales que están por detrás de los créditos académicos, porque uno de los grandes problemas que hemos tenido nosotros en la Universidad, es que muchas veces cuando sos pionero, llegar antes de tiempo se parece mucho a equivocarse. Porque te mandás, llegaste muy temprano y te encontrás solo tratando de hacer algo que sólo tiene sentido colectivamente. Bueno a la Universidad de Cuyo le pasó un poco eso con el tema de créditos. Se implementó en el 2016, con unas ordenanzas específicas -la 7 y la 75-. Nadie sabía exactamente qué era, no se implementó realmente en ninguna facultad, y ahora ya es una cuestión del sistema universitario entero. Entonces vamos a tratar de repasar un poco qué es esto del SACAU, de dónde viene, quién lo votó, por qué. La idea es explicar un poquito eso y, luego, cómo esa normativa que es una resolución del ex Ministerio de Educación (ahora Secretaría de Educación) fue reglamentada en la UNCuyo con la Ordenanza 53 de este año del Consejo Superior.

 

¿Qué es un sistema de crédito?

 

Es algo muy sencillo, tiene una dimensión metodológica. Lo que buscan los sistemas de crédito es lograr ponderar, de alguna manera, todo el volumen de trabajo de los estudiantes, para lograr ciertos objetivos, o ciertos resultados de aprendizaje. No es una tabla de conversión de horas en otra cosa. Involucra un poquito de eso, sí, pero ese no es el propósito. El propósito de un sistema de crédito es poder visibilizar explícitamente todo el volumen de trabajo que llevan adelante los estudiantes en un marco de interacción pedagógica, interacción áulica con los docentes. Pero también todo el trabajo que se tienen que llevar a sus casas para estudiar, para hacer trabajos prácticos, para hacer prácticas y actividades de todo tipo. Por ello, lo que se busca es captar la totalidad de ese volumen de tiempo de trabajo en función del resultado de aprendizaje que, se supone, han obtenido al aprobar determinados espacios curriculares en un plan de estudios.

Entonces, el propósito del sistema de créditos es llevar adelante esa ponderación, para lo cual se parte de un supuesto: que la política curricular, los planes de estudios, están orientados a resultados de aprendizaje explícitamente definidos. En el marco de nuestra Universidad, y volviendo a las ordenanzas 7 y 75 del 2016, eso lo brinda es el marco de la educación basada en competencias. O sea que nosotros tenemos que definir, para cada espacio curricular, un conjunto de objetivos específicos, en este caso competencias. Y los créditos lo que nos van a decir, es el tiempo total de trabajo del estudiante que estiman quienes diseñan ese plan de estudio, que les va a tomar adquirir esos resultados, esas competencias. Lograr esos resultados se mide, en realidad, no en horas silla u horas de cursado, lo que mide es la totalidad del trabajo siempre en función de un resultado.

¿Para qué? La idea es que ese resultado quede acreditado, y por consiguiente el estudiante cada cosa que hace, en el marco de su proceso educativo, queda certificada con una cantidad de tiempo imputada a cada una. Y esos créditos los puede ir guardando en su mochila, y a medida que va avanzando en su trayecto formativo, incluso si eso implica cambiar de carrera, cambiar de institución, cambiar de universidad, cambiar de provincia, cambiar de país, tiene un reconocimiento oficial de todo ese volumen de trabajo que hizo para lograr todos esos objetivos de aprendizaje explícitamente definidos en un plan de estudio. Y por consiguiente, al quedar adecuadamente definido en volumen de tiempo y en objetivos específicos de aprendizaje, pueda ser reconocido por otra institución que participe, o que reconozca el sistema de créditos.

A la institución le sirve para planificar su oferta. Sirve para poder ir reconociendo cada cosa que va haciendo el estudiante. Para poder integrar esos resultados de manera transversal en más de un plan de estudio diferente y, fundamentalmente, al estudiante le sirve para lograr una certificación de todo lo que ha hecho.

Normalmente bajo otro tipo de sistemas de equivalencia, por ejemplo como tenemos ahora, pasa muchas veces que un estudiante que ha hecho un trayecto formativo de una carrera, esa misma carrera u otra carrera en otra universidad, llega acá con lo que ha rendido, con una especie de plan de equivalencia o con algún tipo de analítico que certifique lo que aprobó y por el nombre de la cátedra, más o menos, dicen: bueno el nombre de esta materia se parece más o menos al nombre de esta otra materia que tenemos nosotros. Entonces se le pasan los programas analíticos a un profesor y el profesor define si aprueba o no la equivalencia. Tenemos innumerables ejemplos de profesores que dicen, bueno, es bastante parecida pero acá usamos otra bibliografía por lo que no le puedo aprobar esta equivalencia porque le falta la bibliografía que yo trabajo.

Un poco lo que está planteando el sistema de créditos es que eso no tiene nada que ver con lo que hizo el estudiante. Que lo que tiene que estar adecuadamente definido en cada unidad curricular es, primero, qué es lo que aprendió efectivamente, independientemente de cuestiones muy cambiantes como la bibliografía. Segundo, cuál fue el volumen total de tiempo que le llevó lograr ese aprendizaje. Y la idea es que todo eso sea reconocido, en la medida de lo posible. Ese es básicamente el corazón del sistema de créditos, y es por eso por lo que, en principio, lo entendemos como una herramienta que acompaña la planificación curricular.

Ahora bien, por detrás de esa herramienta, por supuesto, hay un conjunto de consideraciones conceptuales que si no están guiando el resto del diseño de los planes de estudio, no tiene sentido implementar un sistema de crédito. Porque si no, lo que termina pasando, y tenemos experiencia en nuestra Universidad, es que el sistema de crédito se transforma en una simple tablita de números que alguien hace y que dice: bueno, antes teníamos 25 horas, más o menos, nos da un crédito. Armamos las tablitas y nadie sabe exactamente para qué sirven, después no tiene ningún tipo de propósito, no impacta en el estudiante, no impacta en la forma de diseñar los planes, no impacta en la forma en la cual diseñamos nuestras planificaciones, no impacta en el modo en el cual determinamos el volumen de material, el volumen de actividades que vamos a realizar en cada materia.

Para que el sistema de créditos sea significativo, tiene que estar adecuadamente implementado. Y esto es lo que nos está pidiendo a nosotros la nueva normativa. A fin de mes hay un congreso universitario en la Universidad de Rosario, que ha organizado el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), donde el tema principal de discusión, o uno de ellos es, precisamente, cómo vamos a hacer para implementar este tema del SACAU, porque están todas las universidades bastante nerviosas en cómo llevar adelante este tema; pues no es nada sencillo.

Entonces, hay una serie de concepciones por detrás de un sistema de créditos, para que sea implementado de manera satisfactoria. La primera es una concepción sobre el aprendizaje. El aprendizaje tiene que pasar de estar centrado en los contenidos que dictamos, a estar centrado en lo que efectivamente aprende el estudiante, centrado en él.  Esto implica mirar los objetivos de aprendizaje que efectivamente logró ese estudiante. Para ello, debemos precisar un perfil de egreso, definir todas las competencias que constituyen ese perfil de egreso para, luego, diseñar una malla curricular que permita la consecución progresiva de esas competencias para alcanzar ese perfil y poder acreditar cada etapa de ese proceso.

Luego, entonces, en función de eso se pueden repartir créditos, o sea, tiempo de trabajo. Se da vuelta como normalmente estamos acostumbrados a diseñar planes de estudio. Incluso en facultades con expertos en estos temas, han tenido muchos problemas para implementar esto. Es decir, llevarlo a la práctica no es nada sencillo, hay muchas resistencias. A su vez también, para que el sistema de créditos le sirva al estudiante -y el propósito es que le sirva al estudiante-, se presupone que las universidades que avanzan en sistemas de créditos deben tener diseños curriculares más flexibles. Y deben tener una oferta académica más abierta.

¿Qué significa esto? Si yo realmente tengo que reconocer esos créditos que trae ese estudiante que estuvo cursando en tal otro lugar, y realmente quiero hacer valer todo ese volumen de trabajo que tiene, no quiero tratarlo simplemente como una persona que empezó recién ayer su formación universitaria. Yo debo tener un diseño de plan de estudio que habilite la acreditación de todo lo que esa persona ha hecho. Por supuesto, un estudiante que hizo primer año de Odontología, que quiera estudiar en la Facultad de Educación, o en Filosofía y Letras, claramente va a estar muy complicado.

¿Qué es lo que efectivamente se le va a acreditar? Por supuesto no se está hablando de acreditar cualquier cosa de cualquier manera, pero sí poner en el centro qué es lo que efectivamente aprendió, y qué volumen de trabajo tiene por detrás ese estudiante. El grado de flexibilidad que pueden tener estas carreras y en qué medida esos reconocimientos de trayectos van a ser aceptados en las distintas carreras del país, es algo que todavía está trabajándose. Porque normalmente para que este tipo de sistemas de créditos funcione, lo que tiene que haber es mucha articulación interinstitucional a nivel de las distintas disciplinas. Para ponernos de acuerdo en qué es exactamente lo que estamos enseñando -cosa que es más común en las carreras de Artículo 43 de la LES en la Argentina, que en las del Artículo 42-, cuál es ese perfil de egreso, cuáles son esas competencias de egreso, cuáles son esos resultados de aprendizaje, y más o menos qué volumen de trabajo le debería demorar a un estudiante lograr esos resultados de aprendizaje. Esos consensos, en todos los países y en las regiones del mundo que han avanzado en sistemas de créditos, han sido agónicos, han sido años de discusión, porque no son acuerdos fáciles. Argentina está recién empezando este proceso, pero ese es el objetivo. No que todas las carreras sean iguales, no. Sino que haya un grado de consenso lo suficientemente grande en qué es lo que implica formar un profesional de determinada disciplina, de determinada carrera. Como para que todo lo que hizo esa persona estudiando esa carrera en una institución, sea, casi en su totalidad, reconocido en otra institución donde está estudiando lo mismo o algo muy similar. Ese es el propósito. Y para que eso realmente sea así, tienen que cambiar muchas cosas en la política curricular y en la forma en la cual diseñamos planes de estudio. Y en la forma en la cual nos abrimos hacia esa movilidad de estudiantes, que puede ser de una carrera a otra dentro de una misma facultad, o de distintas carreras de distintas facultades en distintos países, en distintas universidades.

Ese es un poco el propósito final que tiene también el sistema de créditos: el reconocimiento del trayecto que traen cada uno de los estudiantes. Esto implica querer avanzar hacia currículums más abiertos, más flexibles, en poner foco en lo realmente aprendido por el estudiante, y no tanto en los contenidos de cada espacio curricular; es decir, dar vuelta a esa ecuación. Si eso realmente no se lleva adelante, si esos aspectos conceptuales relativos al aprendizaje centrado en el estudiante y el diseño curricular flexible y abierto no son implementados, no solamente el sistema de créditos no tiene ningún sentido, sino que es incluso contraproducente, porque sólo vamos a complicar el diseño curricular incorporando tablitas de conversión que van a meter números que son muy difíciles de hacer cuadrar. Porque si no cambiamos la forma de diseñar desde cero, si no hay todo un proceso de cambio en la forma en la cual concebimos el plan de estudio, imponer el sistema de créditos es un dolor de cabeza y realmente no tiene sentido.

Como ahora estamos obligados normativamente a trabajar un sistema de créditos, tenemos que empezar de cero de la mejor manera posible. Básicamente, la idea es centrar todo en ese proceso de acreditación, en registrar todo lo que ese estudiante va adquiriendo, en cada materia que aprueba. Que vaya pudiendo guardar en su mochila todo lo que fue acreditando y que eso le permita un reconocimiento, que eventualmente pueda hasta incluso traducirse, en el marco de planes de estudio un poco más flexibles, en certificaciones de titulaciones intermedias que vayan reconociendo, ponderando realmente todo lo que esa persona hizo. Y la única forma de hacer eso -y esto va a ser uno de los grandes ejes-, es a partir de mucho debate. Porque la ponderación de los resultados de aprendizaje, de los tiempos que demanda alcanzarlo y de su relevancia dentro de la formación de un perfil de egreso específico, sólo la puede realizar la comunidad disciplinar específica. No puede venir alguien de afuera a aclararle esto.

Nosotros estamos acostumbrados a que nos digan: profesor, usted va a dar tal materia, estos son los contenidos mínimos, tiene tantas horas de clase. Esa es la información que nos dan cuando ganamos un concurso, o somos designados para llevar adelante una materia. En base a la cantidad de horas que tenemos, más o menos hacemos una ponderación. Decimos, bueno, voy a meter estos textos, esto no puede faltar, esto es muy importante, este me gusta, este es un clásico. Y luego vamos viendo cómo lo vamos resolviendo. Acá cambia totalmente, acá la idea es que nos digan que el estudiante, al finalizar esta materia, al aprobar este paso curricular, tiene que poder ser capaz de resolver esto y esto; tiene que saber esto. Y para ello tiene que usar un volumen total de, supongamos, 5 créditos, que son 125 horas totales de cursado, de estudio, de realización de trabajos, etcétera. Por consiguiente, con esa información cuando vayamos a diseñar nuestra planificación, y suponiendo que el plan de estudio sea coherente y la cantidad de créditos sea apropiada para que yo pueda realmente llevar a los estudiantes hacia esos resultados de aprendizaje, tengo que diseñar toda mi planificación considerando la totalidad de esos tiempos. Y esto, lo que va a permitir cuando está bien hecho -y es muy difícil hacerlo bien-, es que no nos pase algo como lo que venimos registrando en nuestra Universidad. Algo que nos está pasando en un montón de carreras en todas las facultades, que es que realmente es imposible que los estudiantes resuelvan todas las materias que tienen que resolver en un cuatrimestre. Porque literalmente le estamos pidiendo una cantidad de horas semanales que no tienen. Es por eso que, muchas veces, cuando se habla de la dimensión curricular de la demora en los estudios superiores, se habla del tema del crédito.

Tomen en consideración que el estudiante de tiempo completo -que en nuestra Universidad son menos del 50%-, tiene 40 horas semanales. Si las cuatro materias o las tres materias que están cursando en este cuatrimestre, cuando las pasamos a crédito, cuando miramos el volumen total de tiempo que tienen que ponerle para efectivamente aprobarlas en tiempo y forma, da 62 horas a la semana, claramente no lo van a lograr. Si esa información es clara para los estudiantes, elegirán solo dos de las cuatro. Si esa información no es clara para los estudiantes van a intentar hacer las cuatro materias y van a fracasar en las cuatro, que es lo que está pasando en muchas carreras de la Universidad.

En el programa de sinceramiento curricular básicamente trabajamos este tipo de cosas. En algunas carreras lo que hemos visibilizado es que la demora de ocho años, más o menos promedio que tenemos, realmente está en función de lo que les estamos dando, les estamos dando carreras de ocho años. Por consiguiente eso ha generado que en muchas carreras, en muchas facultades, tenemos que trabajar en cómo nos adecuamos a una carrera de cinco años. Y es por eso por lo que muchas veces se suelen vincular estas discusiones con esta idea de achicar las carreras, pero no tiene que ver con eso. Tiene que ver con decir la verdad respecto a los tiempos que les demora a los estudiantes realizar cada obligación curricular.

Les doy un ejemplo concreto. Cuando hicimos todo el trabajo de sinceramiento en la carrera de odontología llegamos a una conclusión muy interesante. No es una carrera de cinco años. Es una carrera de seis, y tiene que ser una carrera de seis. ¿Por qué? La carrera de Odontología es una carrera matriculada Artículo 43, regulada por el Estado. Son todas muy parecidas las carreras de odontología en el país, y la persona que sale con una matrícula de odontólogo está habilitada, entre otras cosas, a hacer intervenciones quirúrgicas. Para poder habilitarle intervenciones quirúrgicas debe tener una cantidad de horas de práctica, con pacientes, que es muy grande. Y esto estaba relativamente velado en el diseño curricular de nuestra carrera de Odontología. Estaba forzada a que entraran cinco años. Y no entran cinco años, porque tienen que estudiar, porque tienen que rendir, porque tienen que cursar y porque tienen que encontrar pacientes con determinadas características para poder hacer la cantidad de horas de prácticas mínimas que requieren, y eso no es nada fácil de coordinar. Entonces, esa es una de las cuestiones que surgió del proceso de sinceramiento curricular: que, tal cual está, tiene que ser una carrera más parecida a la carrera de Medicina y sincerar que es una carrera de seis años y no de cinco.

Acá, en la Facultad de Educación, pasa algo parecido con la Tecnicatura en Interpretación. ¿Cuál es el problema que tienen los intérpretes? Yo lo asocio mucho a lo que pasa con idiomas, con inglés, por ejemplo. Y de alguna manera también con lo que pasa en Música y en Artes. Y es que muchas personas quieren ser intérpretes, pero no tienen desarrollado el lenguaje. Entonces hay que empezar a enseñar el lenguaje antes de poderlo formar como intérprete. Entonces hay un montón de resultados de aprendizaje que se presupone que deben tener, que no están. Entonces cuando vos sincerás todo el volumen de trabajo que demanda ese estudiante real que tenés, que no maneja el lenguaje, para llegar a ser intérprete -que es algo dificilísimo-, no te entra en la duración de una carrera de Pregrado. Esa parte de la discusión tiene que estar. O les pedimos de entrada que tengan cierto nivel del lenguaje (como en la carrera de inglés, en Filosofía y Letras, que prácticamente hay que ser un hablante nativo de inglés para poder ingresar), o tengo que estirar dos años la carrera, para enseñarle lo que no traen. Que es lo que hace la Facultad de Artes con Música. Hay que tener un nivel mínimo para poder empezar el estudio universitario de un instrumento. Como eso no lo tienen incorporado dentro del grado, les pasa que tienen indicadores malísimos de rendimiento académico. En realidad están absorbiendo una situación que no deberían absorber. En la Facultad de Artes se hacen cargo de esa formación que quizás deberían tener de la Secundaria -si es que hay colegios artísticos que nos preparan hasta ese nivel-, pero como prácticamente no hay, se tienen que hacer cargo ellos de esa formación y eso les revienta las estadísticas.

Ante eso tenés dos alternativas, o transparentás la duración de la carrera, o -y acá es cuando viene la tensión que están teniendo muchas carreras-, resolvés ¿cómo achicamos y para qué? Pero esto es una decisión institucional, es una decisión de la comunidad disciplinar, académica de cada una de las carreras.

Entonces el sistema de créditos busca fundamentalmente eso, ser transparente respecto a todo el volumen de trabajo de los estudiantes. Ser categórico y explícito con los resultados de aprendizaje efectivamente logrados. Para que el estudiante pueda llevarse esas certificaciones consigo donde vaya. Porque, se entiende, es parte de su derecho. Eso es lo que busca el sistema de créditos. No es lo mismo tener 40, 50, 80, o 120 créditos universitarios aprobados, que no tener ninguno. Hay un trayecto que tiene que ser certificado y reconocido. Eso es lo que busca el sistema.

 

¿Qué pasa en Argentina?

Esta es una discusión que tiene muchísimos años en el sistema. Es una discusión que nunca se llevó adelante en un contexto adecuado, como suele pasar muchas veces…, pero hay una larga deliberación sobre este tema. Hace mucho tiempo empezó con el tema de la internacionalización, la enorme dificultad que tienen los títulos de las universidades argentinas, de más o menos tener un parangón con los títulos de otras universidades. No solamente en el norte global, sino incluso en nuestra región. Es un problema que se iba resolviendo caso por caso, con convenios específicos, porque no había una unidad de medida que permitiera resolver un montón de estos movimientos. Empezó esta discusión con mucha fuerza pero luego empezaron a crecer a otras aristas hasta que llegó a esto de decir que tiene que ver con el reconocimiento del trayecto. Hubo una primera experiencia -hace ya casi 10 años- cuando salió toda una normativa de reconocimiento de trayectos formativos en las universidades, que lamentablemente se implementó bastante poco.

Después de varias discusiones en el CIN, en el año 2023 se aprueba. Estábamos a punto de lanzar el Sistema Argentino de Créditos y cambia el gobierno, y el nuevo gobierno dijo: no, paren todo, porque yo quiero ver de qué se trata esto. Estuvo casi un año bajo estudio y volvieron a activarlo. Ahora se avanza en un contexto complicado, porque no es buena la relación entre el CIN y el Gobierno Nacional, pero finalmente se avanza con una nueva resolución para darle forma al SACAU. Le cambiaron dos o tres cosas y salió muy parecida en el 2025, a lo que era la resolución del 2023. No cambió mucho, y finalmente terminan reflejando que tenemos que implementar un sistema de crédito, para todo lo que tiene que ver con el reconocimiento del trayecto formativo de los estudiantes en nuestras universidades. Pero a su vez también para que tengamos algo que dialogue lo mejor posible con el resto de los sistemas universitarios del mundo.

Fueron discusiones bastante extenuantes que llevaron finalmente a esa normativa que dice que, para el primero de enero del 2027, cualquier plan de estudio que llegue a la Dirección Nacional de Gestión Académica no va a ser aprobado, ni va a tener reconocimiento oficial si no va con el SACAU implementado. Es decir que cualquier carrera nueva, o cualquier actualización del plan de estudio posterior a esa fecha, debe tener el sistema de créditos implementado para que el Ministerio lo reconozca.

Lo que también nos dice esa misma normativa es que un crédito académico debe tener un valor de entre 25 y 30 horas de trabajo total de los estudiantes. Esta parte, por supuesto, es significativa, pero en realidad esto es un juego de números. Podría tener 25, podría tener 32 -como tenía la ordenanza de la Universidad de Cuyo (la 75 del 2016)-, no importa. Lo importante es la unidad que es el crédito, que es el volumen total del trabajo de los estudiantes, y que es entre 25 y 30 horas, lo que debe guiar la política curricular. Por consiguiente, cuando se diseñan los planes de estudio, lo que hay que distribuir en la malla curricular entre todos los espacios curriculares, son créditos. Pero a su vez también nos dice que deben tener una cantidad mínima de créditos los planes de estudio -dependiendo del tipo de carrera-, y que deben tener todos los planes de estudio un promedio de 60 créditos anuales. Cuando uno trata de traducir estos 60 créditos anuales en horas de trabajo de los estudiantes, se aproxima bastante a unas 35 o 40 horas totales de trabajo semanal de los estudiantes, en el marco del calendario académico de cada año.

O sea, lo que nos están diciendo es: si ustedes se ajustan a 60 créditos promedio, están diciendo que son carreras para estudiantes de tiempo completo. Si se pasan de esos 60, le están diciendo que tienen que estar más de 40 horas semanales trabajando para poder avanzar con sus estudios. Si baja mucho de eso, serán menos de 40 horas semanales.

imagen Cuadro 1

Cuadro 1

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Esto, por supuesto, varía dependiendo de cuántas semanas le metemos al calendario académico. Acá empezamos con cuestiones de números y combinaciones que dan diversos resultados, pero lo importante es que el sistema está pensado para que refleje un volumen total -no solamente de cursado- de, aproximadamente, 35 o 40 horas semanales.

imagen Cuadro 2

Cuadro 2

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Otro aspecto importante que se infiere es que la normativa nacional es que los valores mínimos son, a su vez, los sugeridos para la duración de las carreras. Para las carreras de pregrado, son 120 créditos, o sea, dos años -porque dijimos 60 promedio anual-, y una duración máxima de hasta un 25% más de eso, hasta 150 créditos máximo. Similarmente, para las de grado la duración mínima es entre 240 créditos (4 años) y 300 créditos (un 25% más, o sea 5 años).

imagen Cuadro 3

Cuadro 3

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Esta discusión de los mínimos y los máximos fue uno de los principales obstáculos que tuvo este tema de créditos en la Argentina. Las carreras de pregrado reguladas son las que están asociadas a una carrera de grado del Artículo 43 de la LES; una carrera que está vinculada al riesgo para las personas, para la infraestructura para el patrimonio, etcétera. Estas carreras, están habilitadas a otras duraciones, o sea, a tener más créditos, o a requerir una mayor cantidad de horas de interacción pedagógica que deben tener los estudiantes.

Otras carreras también van a requerir, dentro de una misma cantidad de créditos, mayor cantidad de horas de interacción. Por ejemplo, en el Instituto Tecnológico Universitario (ITU), hay muchas horas de trabajo con máquinas, de práctica con ciertas herramientas que realmente te estiran mucho la duración de las carreras. Y en el grado, por ejemplo en todo lo que es pregrado vinculado a ciencias de la salud, toda la cuestión de la interacción con pacientes, que también estira mucho los tiempos de prácticas. Y para las carreras de grado nos dicen que deben tener una duración mínima de 240 y una duración máxima de 300 CRE. Esa duración máxima de 300 CRE nos da carreras de cinco años, porque son 60 créditos por año. Y nos da la de 240, una duración mínima de cuatro años.

Recuerden que los créditos son horas de interacción, pero también son horas de trabajo autónomo. Esas 40 horas que nosotros les estamos diciendo que deben tener más o menos por semana, no pueden estar cursando todas esas horas, porque si no van a volver a esconder el trabajo autónomo del estudiante. Entonces nos dice la normativa así como les pone un límite a la cantidad de créditos que pueden tener por año, les pone también un límite a la cantidad de horas de interacción pedagógica que pueden ser utilizadas en el marco de esos créditos y son los que están allí. Para las carreras de grado son 2.100 el mínimo y para las carreras de pregrado 1.100 subiendo, depende de si son 240 créditos o 300.

Siempre se presupone que la cantidad de horas de trabajo autónomo son más que la cantidad de horas de interacción pedagógica. Lo cual abre toda una discusión, que la voy a mencionar más adelante, que depende del tipo de espacio curricular. Porque, quizás, en algunos espacios curriculares, como las prácticas, la totalidad de lo que los estudiantes hacen, lo hacen en interacción pedagógica.

Aquí se abre una cuestión interesante, porque al discutir ese tipo de cosas aparece una segunda dimensión que no estaba tan explícita en toda la discusión de créditos. Que es que no solamente transparenta o puede ayudar a transparentar el volumen de trabajo de los estudiantes, sino también el de los docentes. Porque de repente aparece que las materias que deben tener más interacción pedagógica implican un volumen de trabajo distinto bajo una misma cantidad de créditos. Porque si vos tenés prácticas y tenés que estar con los pibes en la práctica, las 25 horas. No es lo mismo ir a hablar como un loro una hora o dos horas y después los hago pasar por un examen oral; que estar con 60 estudiantes en 10 comisiones diferentes, llevándolos uno por uno. También implica justamente poder identificar con mayor claridad el volumen de interacción pedagógica, el tipo de interacción que deben tener los docentes con cada estudiante en cada materia, dependiendo del formato curricular. También ayuda en ese sentido a ser más transparente con el volumen de trabajo de los docentes.

No sé si tienen en mente más o menos la duración de los planes de estudio totales en horas, que son las que tenemos ahora, pero van a pasar a planes que pueden ir de 6.000 a 7.500, si el crédito es considerado como de 25 horas. O puede ir hasta 9.000 horas, si el crédito es considerado en 30. Fíjense que la distancia ha habilita que algunas universidades le den a una carrera 240 créditos de 25 o 200 créditos de 30 es enorme, pasas de 6.000 horas en un caso a 9.000 en el otro, es el 50% más, es muchísimo. Esto lo habilita la normativa tal cual está y, para mí, es uno de los principales problemas con la normativa que aprobó el Ministerio. Por ello, fue el gran problema que tuvimos que resolver discutiéndolo nosotros con los académicos de cada facultad, acá en la Universidad. Y es que no puede haber un rango de variación de 50% porque sí, porque no quisieron llevar adelante la discusión, porque estaba muy trabado. Eso hay que resolverlo porque si la idea es más o menos asimilar las carreras, reconocer el trayecto, que si un estudiante hizo dos años en una carrera, hizo el 50% de una carrera en un lado y va al otro y, de repente, ahora le queda hacer el 70%, y la verdad que aunque reconozcas todo, se siente como que no le estás reconociendo nada.

Frente a esa disparidad, entonces eso nos lleva a la necesidad de tener que regular un montón de cosas que no regula esta normativa. Cuántas horas por crédito, cómo distribuir el tiempo de interacción pedagógica y el tiempo de trabajo autónomo, etcétera. Hay un montón de cosas que esta normativa no resuelve, que nos las tira a las universidades para resolver, y que nosotros hemos intentado hacerlo con una ordenanza que salió hace poco, que seguramente tiene muchos errores, y que seguramente ustedes se van a dar cuenta de esos errores cuando la pongan en la práctica, y seguramente en dos años se van a estar acordando de mí -no muy bien-, para plantear modificaciones a esa normativa. Porque lo cierto es que todo esto es un poco caminar a oscuras e ir aprendiendo sobre la marcha, e ir regulando sobre la marcha. Pero no podíamos dejar de regularlo, era eludir el bulto, porque, así como estaba la normativa, no resolvía.

El Sistema de créditos para la Universidad Nacional de Cuyo

Básicamente había cuatro cosas que teníamos que definir, o dar criterios para ayudarle a los equipos curriculistas para poder hacer que esto sea viable de alguna manera. La primera es la cantidad de horas por crédito. Como les dije, entre 25 y 30 da una variación gigantesca. La cantidad de horas por crédito nosotros entendíamos que no podía quedar librado a cada facultad, mucho menos a cada carrera. No podía ser que de repente la Tecnicatura en Administración de la Facultad de Ciencias Económicas de un crédito de 30 y la del ITU de 25. Y que las diferencias después en la duración de las carreras que son muy parecidas variaran en un 20 o 30 porciento. No podía ser, eso tenía que ser una regulación a nivel de la Universidad. ¿Cuál fue el criterio que nos pareció más pertinente y que todos los secretarios de aquel grupo consideraron que estaba bien? Volver a la ordenanza del 23, a la original, a la anterior, que decía créditos de 25 y después regulen la cantidad de créditos que necesitan, pero establezcamos un valor. Porque si estamos en un rango va a ser un problema. Entonces nosotros establecimos 25 horas por CRE.

Esa fue una primera cuestión. Pero después había otras cuestiones que son muy difíciles regular para toda la Universidad -nuestra Universidad tiene casi 200 titulaciones de entre grado y pregrado- con una heterogeneidad enorme de prácticas pedagógico-didácticas, de formas de enseñar y aprender, pero que requerían criterios orientadores.

La idea de que yo puedo crear una normativa sobre créditos que regule en detalle tanto a la Licenciatura en Ciencias de la Computación y, a la vez, que regule igualmente la Licenciatura en Violín bajo criterios matemáticos de créditos para distribuir tiempos de trabajo de los estudiantes, es muy difícil de lograr, y probablemente poco deseable también. Lo que debemos tener, en cambio, son algunos criterios conceptuales amplios, para que después cada facultad en base a sus especificaciones pueda ir viendo cómo avanzar en regulaciones razonables.

Entonces teníamos que ver la distribución de créditos en la malla curricular y la cantidad de créditos y horas de interacción sobre las mínimas establecidas. Eso tiene que ser, desde nuestro punto de vista, a nivel de planes de estudio, porque no puede haber una regulación general para todos. Lo que debemos crear son criterios orientativos para que cada plan de estudios, para que cada carrera, determine cómo va a llevar adelante la distribución de créditos. Y en un nivel más profundo o más micro, si se quiere, tendríamos que pensar cómo es la distribución de tiempos de interacción y de trabajo autónomo en cada materia. Porque si hay mucha variación entre distintas carreras, también hay mucha variación dentro de la misma carrera entre espacios curriculares que son eminentemente teóricos y espacios curriculares que son fuertemente prácticos. No es lo mismo explicar ecuaciones diferenciales en un pizarrón, que estar en un laboratorio químico con los estudiantes revisando cada acción todo el tiempo. Es otro tipo de dinámica y es otra forma de contabilizar los tiempos de trabajo de los estudiantes. Entonces lo que hicimos frente a eso fue decir vamos por lo primero que era lo más fácil porque era arbitrario. Veinticinco horas por crédito, no discutamos más este tema, avancemos, volvemos a la ordenanza del 23 que estaba bastante bien y ya la habíamos discutido dos años.

El segundo criterio por establecer es la distribución de créditos en la malla curricular. A qué materia le doy más créditos que a otra. Que a una le voy a dar 10, y a otra le voy a dar cinco. Esto, por supuesto es una lucha ineludible en la discusión de los planes de estudio específicos. Es una discusión que implica cuestiones disciplinares, y también, hay que decirlo, a veces hasta políticas y personales: me das más a mí, le sacas más a este, lo mío es más importante, esto no es importante. Estos criterios suelen pasar por el matiz de la complejidad y especificidad disciplinar. A veces, se tiende a considerar que los espacios más importantes son los específicamente vinculados a la profesión, y las otras son “accesorias”. Esto es delicado, quizás eso que es accesorio no es tan accesorio, es formación base, y sin la formación base no entienden nada de lo otro. Bueno, esas discusiones son complejas.

Por ello, acá hay varias cuestiones a tomar en consideración. Nosotros sugerimos, (porque nuestra normativa en este punto sugiere, no reglamenta fuertemente) para orientar, que hay que tomar en consideración tres cosas importantes: el lugar del EECC en el trayecto en la carrera, considerar la matriz de tributación y considerar los ciclos, áreas u otro esquema organizativo dentro del plan.

Entonces, algunos criterios orientadores para ver a qué materias les damos más créditos que a otras. El primero, -sugerimos nosotros-, tomen en consideración el lugar del espacio curricular en el trayecto. ¿Por qué? Porque es altamente probable y solo probable, que las materias de los primeros años, como justamente tienen que, entre otras cosas, hacer una pedagogía de introducción a la vida universitaria, de brindar herramientas para que luego puedan hacer ese trabajo autónomo que vamos a cuantificar en créditos; por ello, es probable que requieran un poco más de espacio, al menos de tiempo de interacción. Aunque los objetivos de aprendizaje, si los miramos en abstracto, van a ser por supuesto más sencillos que los objetivos de aprendizaje de una materia de los últimos años.

Un ejemplo: la Introducción al Derecho tiene objetivos de aprendizaje y desarrolla temáticas más sencillas que el Derecho Procesal Tres, pero el tiempo que quizás yo necesito para poder desarrollar esos objetivos de aprendizaje de la Introducción al Derecho, son fundamentales para que todo lo demás tenga sentido. Entonces, en algunas carreras puede pasar que un criterio sea: démosles más créditos a los primeros años para acompañar el proceso de adquisición de competencias generales que favorecen el aprendizaje posterior. No necesariamente tiene que ser así, pero es uno de los criterios posibles que nosotros hemos puesto en la normativa para que discutan ustedes si sirve o no sirve para cada carrera en particular.

El segundo criterio tiene que ver con considerar lo que se llama matriz de tributación. Por ahí los que venimos en las carreras del Artículo 42 no estamos acostumbrados a las matrices de tributación, pero básicamente son una herramienta para establecer cómo cada espacio curricular tributa, aporta, en grados distintos a todos los objetivos o a todos los elementos del perfil de egreso. Hay espacios curriculares que son neurálgicos, que son fundamentales para todo lo que tiene que salir sabiendo hacer ese graduado. Hay otros espacios curriculares que a lo mejor aportan solamente a uno. Esto va a variar enormemente. Es más, en 200 carreras esto es totalmente diferente. Acá aparece siempre la tensión entre las materias neurálgicas, troncales, profesionalizantes, como las quieran llamar y las que son de alguna manera, las que acompañan o que complementan esas formaciones.

Un tercer criterio que entendemos que hay que considerar, puede ser que a veces los planes de estudio, esto de si está en primer año o segundo o cuarto, no es tan importante como los distintos ciclos, o distintas formas de organizar internamente cada uno de los planes. Porque muchas veces pasa que las materias de formación complementaria están al comienzo, pero otras veces no. Otras veces están más adelante, o están distribuidas a lo largo de la malla curricular. Entonces también ese otro criterio que puede aparecer como significativo en algunas carreras.

Una tercera cuestión que buscar orientar nuestra normativa interna tiene que ver con cómo estimamos la cantidad total de créditos y de horas totales de interacción pedagógica. Acá lo primero que hay que decir es que la cantidad de créditos que debe tener cada carrera, la sugerencia de la normativa es que traten de trabajar con el mínimo de 240, y no pasarse de los 300. Esa es la sugerencia que da la normativa.

En las carreras del Artículo 43, en muchas, va a pasar que no se van a ajustar los 300, van a quedar más. Pero hay un criterio al menos. Hay una instancia interinstitucional de discusión, de diálogo, que es la que va a decir, por ejemplo, que la ingeniería mecatrónica tiene 325 créditos de referencia para las universidades. ¿Qué va a pasar con las carreras que no están vinculadas a ningún espacio de deliberación que permita lograr esos consensos? Bueno, acá van a tener que tomar una decisión institucional. ¿Se van a quedar en los 240 créditos? Por consiguiente, van a tener una carrera de grado de cuatro años, o van a saltar a los 300 créditos para tener una carrera de grado de cinco años.

¿Qué es lo que sugerimos nosotros con eso? Que cualquier intento por extender la cantidad de créditos por arriba del mínimo tiene que estar justificado en algún tipo de estudio comparado que demuestre que, aunque no existan estos acuerdos, las otras carreras similares a las nuestras en otras universidades nacionales están todas extendiéndose por sobre el mínimo de eso.

Y acá está el verdadero problema que va a tener el sistema de créditos en la Argentina. Como no tenemos para todas las carreras estos acuerdos preestablecidos, si yo tengo una carrera de 240 y la misma carrera en la Universidad de San Juan tiene 300, tenemos un problema con lo que el sistema de créditos quiere hacer. Que es el flujo, el movimiento. La idea de que si hiciste el 50% de la carrera en una universidad, te van a reconocer el 50% de la misma carrera en otra. Entonces hay que hacer un esfuerzo por tratar de mirar esto. Y se van a encontrar con un problema porque están todos empezando a discutir esto.

Entonces, lo que fuerza el sistema de créditos donde se implementa, esto pasó en Chile, esto pasó en Colombia, es que eventualmente se tienen que terminar juntando los decanos, las decanas de todas las facultades, o los directores de las carreras de cada una de las carreras para discutir este tipo de cosas. Y ese tipo de acuerdos interinstitucionales es también lo que de alguna manera va a intentar forzar el sistema de créditos. Esto, a algunas facultades, les preocupa un montón, porque están teniendo un problema serio, que es que los estudiantes se les van. Y si de repente nosotros tenemos la misma carrera que dura cinco años (con la imagen que sabemos que tiene nuestra Universidad, de que es difícil, de estudiar mucho), y el mismo título habitante para el mismo trabajo está en otra institución reconocida de educación superior y dura cuatro años, y son cuatro años de verdad, no son cuatro que en realidad son ocho, entonces esta presión es una presión que va a estar seguramente en las discusiones, cuando traten de pensar el tema de los sistemas de crédito. ¿Cómo hacemos para llevar adelante esa discusión sin que esa presión competitiva, cuasi mercantil, nos rompa la calidad educativa? Es un desafío muy grande.

Es un problema a nivel del sistema de educación superior, con sus diversas instituciones. Por ejemplo, ¿qué es lo que va a pasar con los Institutos de Educación Superior? Vamos a ir todos hacia el sistema de créditos y lo que va a pasar es que los institutos se van a quedar en la cantidad mínima establecida. Casi con seguridad eso va a ser un problema para la Facultad de Educación. Ya es un problema, de hecho. El sistema de créditos lo que abre es una nueva forma de ponderar todos los tiempos para pasar el limpio esa discusión y transparentar en esas duraciones tanto los tiempos de interacción como los de trabajo autónomo.

Supongamos que luego de todas estas discusiones, de ponderar la oferta de todo el sistema hemos establecido que nuestra carrera tenga 240 créditos, van a ser 60 créditos por año durante cuatro años. Luego viene un segundo problema que es: de esos créditos, qué porcentaje va a ser de interacciones pedagógicas. Bueno eso también es muy difícil de hacer. Debemos considerar cuestiones como las formas de aprender, el perfil de las y los estudiantes, las formas de practicar la disciplina, etcétera. Lo importante acá, desde nuestro punto de vista, no es que haya una normativa que les obligue a tener una cantidad fija a todas las carreras. Eso no sirve desde nuestro punto de vista. Lo importante es que haya una discusión, y que de esa discusión surja un criterio explícito que establezca por qué se considera que para esa carrera en particular el porcentaje de horas de interacción pedagógica, sobre el total de duración de la carrera, debe ser el mínimo de 2100 horas o debe ser mayor.

Que se diga: nosotros vamos a adoptar la cantidad mínima de horas de interacción, siguiendo el mínimo sugerido por la norma, y se establecen 2.100 horas de interacción. Luego que se explique por qué. Esa explicitación sí va a ser importante, porque eventualmente cuando empiecen a haber discusiones con otras carreras similares, son los argumentos que van a ayudar a construir consensos.

Una vez definida la cantidad de créditos y de horas de interacción totales, tenemos que ver cómo bajamos del plan a cada uno de los espacios curriculares, a las planificaciones de cada materia. ¿Cómo discutimos, una vez que ya sabemos cuántos créditos tiene cada una de las materias, cómo discutimos el tiempo de interacción pedagógica o el trabajo autónomo? Nosotros sugerimos que traten de pensar cuál es el formato curricular del espacio curricular, de la materia. Para que en función de eso se tome en consideración que las materias eminentemente teóricas suelen implicar un trabajo autónomo del estudiante mayor, y las materias más eminentemente prácticas suelen implicar un trabajo de interacción mayor.

Nosotros, siguiendo normativas que yo tenía en la Universidad, tomamos cuatro tipos de formatos curriculares que son en realidad un continuo. Entre un extremo tenemos las más teóricas, “tipo 1”, y en otro extremo tenemos las más prácticas, “tipo 4”. Ubíquense en algún lugar de ahí a acá. Tomemos cada uno de los espacios curriculares y pensemos qué tipo de formato curricular es, porque lo que se presupone es que, si yo tengo que dar una materia fundamentalmente teórica es probable que yo en 45 minutos, o en una hora, pueda desarrollar un texto extenso y complejo en una clase. Pero luego ese texto que tienen que estudiar los estudiantes, a ellos les demanda mucho más tiempo que el que yo he utilizado en esa hora, lo cual es evidente.

imagen Cuadro 4

Cuadro 4

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Entonces nosotros sugerimos que, en las materias eminentemente teóricas, tenemos que contemplar que la relación es de 30-70 aproximadamente. ¿Qué significa esto? Que en un crédito, por cada crédito que tenga esa materia, va a tener siete horas y media de interacción pedagógica por 17 horas y media de trabajo autónomo. ¿Qué significa esto? Podemos empezar a hacer cuentas -no las voy a hacer mentalmente porque me voy a equivocar-, pero supongamos un espacio curricular con cinco créditos, cinco o seis créditos es un valor bastante estándar. Si ustedes hacen 6 por 7,5 les tiene que dar más o menos la duración en cantidad de horas de cursado que debe tener un espacio curricular teórico corto, 45 horas.

Una materia quizás anual, o una materia muy pesada, pueden llegar a tener, en lo que hemos estado observando, hasta 10 créditos. Bueno, pueden llegar a tener entonces hasta 75 horas solamente de curso. En cambio, cuando nos vamos a materias fundamentalmente prácticas, la relación se invierte. En algunas materias, como pueden ser por ejemplo las actividades de prácticas profesionales y cosas por el estilo, donde hay un acompañamiento muy fuerte, las horas de interacción son muchas más que las de trabajo autónomo. En ninguna materia, desde nuestro punto de vista, el trabajo autónomo es cero. Siempre hay una preparación del estudiante que hay que tomar en consideración. Pero en estas materias hay que tomar en consideración también que el volumen de trabajo del docente en ese proceso de acompañamiento es mucho mayor. Por eso contemplamos que la hora de interacción es más alta. Esto es interesante porque nos visibiliza que en esos espacios curriculares los docentes trabajan una mayor cantidad de horas con el alumno frente a frente. Después uno puede discutir la preparación de los teóricos, pero con el alumno frente a frente es más el volumen de tiempo.

Entonces cuando pensamos la cantidad de créditos, una vez que ya establecimos la cantidad de créditos para el Plan, y una primera aproximación a la cantidad de horas de interacción, debemos avanzar en la distribución de créditos por espacio curricular y, con ello, realizar un ponderador para distribuir esas 25 horas/crédito entre horas de interacción y de trabajo autónomo. Esto difícilmente cierre en la primera ronda, luego, vamos a tener que realizar un trabajo iterado y recursivo de ir y venir entre los valores totales y la distribución específica para cada materia, ajustando y redondeando, siguiendo los criterios que hemos establecido.

Todo lo que nos presenta nuestra normativa, la 53 del 2025, son sugerencias. ¿Por qué? Yo vuelvo a lo mismo, porque la complejidad y la variabilidad, la heterogeneidad de cada carrera, de cada de espacio curricular es muy grande. No podemos pretender un criterio universal y unívoco. Pero nosotros necesitamos criterios orientativos al menos para discutir, al menos para pelear, para tener un fundamento conceptual que nos permita enfrentar la tarea, y luego en el proceso ir adaptándonos, e ir sugiriendo nuevas formas de resolver la tarea en cuestión.

Entonces, para sintetizar, sistema de créditos: pretende reconocer el volumen total de trabajo del estudiante. Con qué propósito, con el de favorecer ese reconocimiento, la certificación de ese trabajo y poder facilitar la movilidad de los estudiantes entre distintas carreras. Eso implica una serie de concepciones, no solamente una lógica matemática o de contabilidad de tiempos, porque si solamente es una cuestión matemática o de contabilidad, no sirve, no vale la pena adoptarlo, debemos usarlo con el propósito de flexibilizar y abrir los Planes de cara a ese reconocimiento del trabajo del estudiante y ser muy abiertos respecto a los tiempos de trabajo totales que deben enfrentar para terminar una carrera.

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